CAMINANDO POR EL CAMPO
he visto a la muerte buscando a mis amigos,
cientos de seres alados,
de ciervos, de jabalíes,
de conejos, de perdices,
de galgos, de podencos.
Les he gritado con todas mis fuerzas,
quiero que dejen de ser cazados,
que dejen de ser maltratados
quiero avisarles para que escapen,
quiero que corran hacia la libertad,
que salgan del zulo,
que dejen de obedecer a quienes
al terminar la temporada de caza
los abandonan o los ahorcan
después de usarlos.
Pero la crueldad es más rápida
que mi voz,
la cobardía política es más rápida
que mi voz,
los cazadores y su desprecio por la vida
son más rápidos que mi voz,
y mientras disparan con sus dedos de cementerio,
mientras los encierran,
abandonan
o entierran
año tras año,
yo sólo consigo aullar un poema
a mis amigos.
Un poema que empieza así:
«Corred, corred, corred».
Sed libres.
POESÍA
Marta Navarro García
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ILUSTRACIÓN
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LA ÚLTIMA LIEBRE
Más que la muerte duele quien la causa.
Las manos que hasta ayer te acariciaban,
la voz que estimulaba tu carrera sin freno,
la que te recogía tras horas de extenuación.
Los ojos que siempre te observaban,
esa estafa cruel a la que llamaste afecto.
Más que las heridas sangra la hipocresía,
la falsedad, la doblez, el fariseísmo, el dolo,
el engaño, el embuste, la comedia, el cuento.
Tú capturabas la presa, él se quedaba el trofeo.
La perpetua falacia del cazador galguero:
presumía de nombrarte camarada; era tu dueño.
Más que el abandono hieren las palabras:
campo, deporte, naturaleza, medio rural;
amor, apego, empatía, aprecio.
Frases huecas, oraciones sin Dios ni lealtad.
Siempre fue perversión de mercaderes
administrar con indecencia la semántica.
Más que la horca homicida, mata el olvido.
Cuatro años y ya no sirves. Un subproducto,
un residuo. El desecho de un trastorno. El suyo.
Ayer, un atleta, un gran campeón, un ídolo; hoy
nada. Unos veinte kilos de carne en canal
para el contenedor rojo de los sueños perdidos.
Mientras la soga aún asfixia tu garganta
el criminal se aleja con pérfida impunidad.
En el horizonte —azul de frío—, una liebre,
la última. Por azar se cruzan vuestras miradas.
Una postrera enseñanza, una lección magistral:
el instinto os engañó, no era el otro el enemigo.
Rafa Hernández
LA MUERTE DE LA CAZA
Ouka Leele
En su mirada desbordada de sangre, habría atisbos de humanidad.
En su mirada inyectada de muerte, habrían inoculado bondad.
En su mirada sujetada por el deseo ávido de dinero, habrían pagado con caricias.
Y los mansos galgos, los podencos mansos y sus amorosos ojos.
Sus graciosas patas y su fina figura en el engranaje de la barbaridad inculta
de matar por matar en aras de tantas absurdas disculpas,
de regular lo que, en su sabiduría, la naturaleza hace con tanta perfección y sencillez.
Al mirar a sus hijos, niños, habrían descubierto que derramar sangre ni es justo,
ni es bueno.
Que los niños miran a los animales y sienten amor puro.
Reconocen en ellos a sus compañeros, reconocen en ellos la ternura sin final.
Los galgos como sus niños, hijos, se asustan y tiemblan participando en el horror.
Obligados, extorsionados, torturados.
No amados.
Como nuestros hijos, niños, solo quieren ser amados y amar.
Que para eso nacemos todos en esta tierra.
Nacemos niños, sentimos y sabemos y conocemos lo humano.
¿Quién nos despojó del recuerdo, quién nos zambulló en ese olvido
que nos hace capaces de tener un rifle en las manos y dispararlo contra un cuerpo,
que nos hace ver la muerte, propiciarla, impasibles?
Si el dinero es el dueño de la vida, si está por encima de ella,
¿cómo llamarnos humanos sin avergonzarnos?
Si la ignorancia es la madre de la crueldad,
sacudamos las carnes de esta madre tan ciega y espantosa
tan purulenta y vomitiva. Aneguemos su vagina para que sea ya infértil.
Que todos los hijos de los hombres tengan por madre a la sabiduría
que cercena la amnesia que nos ha apartado de reconocernos.
La sabiduría ha dado a luz a toda la naturaleza.
Que la primavera reverdezca en nosotros y nos haga flor.
Que la belleza nos vista de amor.
Entonces habrá humanidad
entonces habrá bondad
entonces habrá caricia.
La ignorancia, postiza nodriza, será despedida para siempre.
Y no habrá más sangre inocente, derramada inútilmente,
brutalmente.
La ignorancia ha muerto, ¡viva la vida!
POESÍA
Ouka Leele
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