Querido compañero, que te acuestas cada noche en la oscuridad de tu chenil, de tu zulo, de tu rehala, ladrándole a la luna. Sin saber que existe el calor de una caricia.
Que te despiertas con el cuerpo encogido, a veces de dolor, a veces de hambre, a veces de miedo.
Cómo explicarte que cada noche, me acuesto con tu misma soledad, con tu misma angustia, con el alma rota de pensarte.
A ti también, querido compañero salvaje y puro, que todavía no sabes que esos estruendos de fuego vienen a por ti. Para convertir tu bondad en trofeo, para estropear la dulzura de tu belleza y convertirla en sangre.
Cómo explicarte que cada noche, me atormenta tu vulnerabilidad, me abruma tu inocencia, corriendo por los bosques que son tu hogar. Y que para algunos… son sólo un campo de tiro y de ambición.
Cómo explicarle al mundo, que cada noche pierdo una batalla.
Y que cada mañana, recojo los despojos de mi corazón hecho añicos, formado por todas las vidas nobles que están privadas de libertad y sumidas en un profundo sufrimiento, y lo recompongo. Le vuelvo a dar forma, lo forjo como la espada de la guerrera que no se da por vencida. Me pongo la coraza de la dignidad, de la esperanza, del amor.
Y vuelvo a luchar por ti.
Este año, nos sentimos más que nunca discriminados. Discernidos.
Degradados por un país para el que hay perros de primera y perros de segunda. Excluidos por unos políticos que no entienden el valor de una vida, el milagro de recibirla ni el dolor de arrancarla.
Pero para nosotros, guerreros y guerreras incansables, una batalla perdida no es el final. Es sólo una traición que vamos a ser capaces de remontar. Conseguiremos romper el candado de esta cárcel en la que nos sentimos, de costumbres retrógradas, crueles e interesadas. Romperemos las cadenas que os mantienen atados a una España rancia llena de dolor y oscuridad, que necesita urgentemente evolucionar.
Este manifiesto es nuestro juramento solemne: no vamos a parar. No os vamos a dejar solos.
Lucharemos hasta el final. ¡NO A LA CAZA!