Cada invierno, las escopetas vuelven a dictar sentencia en nuestros campos, marcando el sonido de una injusticia perpetua que sesga vidas inocentes. Podrá cambiar la estación, pero no el miedo grabado en los ojos de tantos animales que huyen despavoridos entre la maleza, sintiendo en sus cuerpos el acecho de un fuego implacable.
En las entrañas de un zulo, en la penumbra de un chenil, cientos de perros aguardan la orden de salir a batir, sin saber que son piezas esclavas de un juego atroz. A veces, cuando sus patas no aguantan más o su olfato deja de ser “útil”, termina con ellos la misma escopeta en la que habían depositado su lealtad. Vidas rotas, historias que se truncan sin siquiera haber conocido el calor de un hogar o el afecto que todo ser merece.
Nos negamos a aceptar que esto se convierta en una rutina disfrazada de tradición. Sostenemos firmes nuestra indignación y nuestro amor por los que no pueden alzar la voz. Somos miles de activista que, a diario, rescatamos, cuidamos, acompañamos a quienes la crueldad considera simples trofeos. Curamos sus heridas físicas y las que arañan el alma, mientras exigimos a quienes legislan que abran los ojos y cumplan con su responsabilidad.
Cada año que pasa, más personas se unen a esta causa. Crece la conciencia de que no existe ninguna justificación para arrancar vidas por deporte, ni para usar perros como herramientas desechables. Ese despertar colectivo es nuestra esperanza: un faro que ilumina la oscuridad impuesta por la indiferencia.
Desde aquí, reiteramos nuestro compromiso: no daremos un paso atrás. No mientras un solo tiro retumbe entre los árboles y convierta el silencio del bosque en un llanto ahogado. No mientras un solo perro sea encadenado a un destino cruel. Vamos a seguir alzando la voz, reclamando una legislación que proteja la vida y no el privilegio de unos pocos.
Porque cada ser tiene derecho a vivir sin ser perseguido.
Porque cada ladrido, cada aullido, merece una respuesta que no sea el abandono ni la violencia.
Porque romperemos esa cadena de muerte y, unidos, construiremos un futuro libre de caza y de crueldad.
Este manifiesto es nuestra declaración de lucha inquebrantable. Alzamos la voz por los bosques, por los perros, por todas las especies silvestres que claman libertad. Seguiremos aquí, año tras año, hasta que en los campos solo resuene el canto de la vida, y no el eco de la muerte.
¡No a la caza,si a la vida!