Un reciente estudio vaticina un «colapso demográfico» de la actividad en varias regiones españolas, entre ellas Castilla-La Mancha, a causa de la despoblación y el envejecimiento.

La despoblación y el envejecimiento en el medio rural tienen un gran impacto en todas las actividades asociadas al campo y a sus habitantes, como la agricultura, la ganadería, la silvicultura y por supuesto en la caza, que experimenta su propia y acelerada reconversión.

Un reciente artículo publicado en la revista científica People and Nature alerta de esta situación pues se titula, precisamente, ‘El Colapso Demográfico de la Caza en la Península Ibérica’. El trabajo de campo se hizo las comunidades de Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Madrid, Murcia y Navarra.

En su redacción, participaron el CSIC y las Universidades de Zaragoza, Miguel Hernández de Orihuela, Granada, así como el IREC (Instituto de Recursos Cinegéticos),  entidad que depende de la Universidad de Castilla-La Mancha.

El panorama que se describe para el sector es sombrío. Para empezar, los cazadores son un colectivo muy envejecido en regiones como Castilla-La Mancha, ya que la gran mayoría de ellos ya tiene más de 60 años de edad. La causa es muy simple, casi no hay jóvenes.

Durante el último medio siglo, la incorporación de los jóvenes a la caza se ha desplomado en un 89% y, en el artículo, se atribuye este desplome al éxodo rural, ya que la gran mayoría de los cazadores reside en municipios que cuentan con menos 100 habitantes.

Mayoría de sesentones. Este grupo de municipios es, precisamente, el más afectado por la pérdida de población y el gradual envejecimiento de los habitantes que aún residen en ellos. Si el proceso continúa, se estima que los cazadores de más de 60 años pasarán del 40% actual a más del 60% en 2050.

Si las tendencias continúan, para esa misma fecha, el año 2050, los autores del trabajo estiman que el número total de cazadores se reducirá en torno al 70%. De llegar a este escenario, regiones enteras como Castilla-La Mancha tendrán un problemón.

El orgen de dicho problemón es que «históricamente, la caza ha afectado la estructura trófica y la dinámica de la fauna silvestre, con grandes consecuencias para el funcionamiento de los ecosistemas y la biodiversidad» pues esta actividad tiene un impacto directo «en la abundancia y la demografía de las especies cinegéticas».

En consecuencia, el declive de la caza «podría conducir a una disminución de la capacidad para gestionar las poblaciones» y acelerar un proceso que se define como «refaunación», esto es, el aumento del número de animales donde la caza actúa históricamente como una forma de regulación.

Además, este proceso de «refaunación» se entremezclaría con otros problemas ambientales y sociales asociados al abandono del campo en nuestra región, como el aumento de la masa forestal, el abandono de cultivos o el declive de la ganadería extensiva. 

Ahora bien, los autores hacen una importante puntualización. En función de la dinámica de cada zona, «la caza puede entrar en declive con la cifra de cazadores, pero también es posible que la presión de la caza se mantenga» aunque haya menos efectivos.

La situación de Albacete. Ése podría ser el caso de la provincia de Albacete, al menos a tenor de los datos de las memorias anuales de actividad en el sector de la caza que publica la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. La última publicada corresponde a la temporada 2023-2024.

Por una parte, los datos de esta memoria reflejan un auténtico descalabro en el número de licencias de caza que se conceden cada año. 

En casi tres lustros, entre los años 2010 y 2023, estas peticiones pasaron de casi 16.000 al año a algo más de 4.200 y eso tan sólo entre los cazadores albacetenses.

Esta  reducción no se produjo de forma gradual, sino a escalones. Entre 2010 y 2017, la cifra se redujo e manera paulatina hasta situarse en torno a las 10.000. Lo peor llegó con la pandemia, cuando el dato se desplomó hasta las 5.000 para no volvera a recuperarse.

Mayor y menor. Ahora bien, cuando se analizan los datos de capturas, emerge una realidad más compleja pues, según dicha memoria, «la tendencia de capturas es descendente para la mayoría de especies cinegéticas de caza menor, excepto en el caso de las palomas y los zorzales».

Un caso muy llamativo y que merece un estudio individualizado es el del conejo. Sólo en la provincia de Albacete, se cobraron casi 160.000 piezas de esta especie en la temporada 2022-2023, con casi toda la provincia declarada como zona de emergencia cinegética a causa de su proliferación y los daños que provocan en cultivos.

Parece una cifra respetable, pero las tablas elaboradas por la Administración autonómica reflejan que, desde 2010, las capturas de conejo no han dejado de bajar, en la provincia y en la región, y eso aunque el conejo de monte está declarado como plaga desde hace años.

Lo llamativo es que las capturas de caza mayor, aunque menores en volumen, no dejan de crecer en Albacete y Castilla-La Mancha. Sólo en la provincia, en el año de referencia, se capturaron 1.393 cabras, 2.429 ciervos y nada menos que 11.636 jabalíes. 

NOTICIA https://www.latribunadealbacete.es/noticia/z1dc9b69e-d354-422e-abdf394b75d69053/202504/los-cazadores-ya-son-una-especie-mas-en-peligro-de-extincion