Ayer presenciamos el video donde un muchacho se lamentaba de que la caza, a medio plazo estuviese abocada a su fin, y la defendía como una forma de vida ancestral (léase primitiva). Luego exponía las habituales letanías y falacias que esgrime el mundo cinegético: el amor a la naturaleza, el equilibrio entre las especies, la tradición… La tradición, decía el poeta, «es el sistema por el cual los muertos gobiernan a los vivos«. Genéricamente detestamos toda costumbre que como inercia haya olvidado el motivo de su origen, pero que en su fuerza centrífuga saque de la curva a las pocas neuronas que queden en las cabezas para dar a luz un pensamiento evolutivo con el que honrar a Descartes en vez de a un señor del paleolítico con la espalda llena de pelo y una sola ceja; estamos en el siglo XXI.

No obstante y volviendo al vídeo arriba mencionado, el jovencito daba un dato realmente esperanzador para nosotras/os, tanto como preocupante para él: aseguraba que sólo el 5% de las licencias actuales de caza pertenecían a personas menores de veinte años, de dónde se deduce que el futuro de la caza está en riesgo de extinción, es decir, no hay relevo generacional; justicia poética para quienes han llevado y están llevando a la extinción a tantas especies.

VIDEO

No podemos ni queremos  disimular nuestra alegría al conocer un dato tan halagüeño, pues a pesar de todo,
la inmensa mayoría de los jóvenes ha conseguido conectar su corazón con su cerebro para dedicarse a actividades lúdicas realmente culturales o deportivas.

Pese a la manipulación del relato y a la cantidad de dinero invertido por los loobies para dignificar tamaña crueldad, la sociedad rechaza abrumadoramente la «cultura» del plomo. Llamar deporte a la caza es tanto como llamar gastronomía al ajedrez por el hecho de que uno de los jugadores se pueda «comer» una pieza, o llamar romanticismo a la pornografía porque se dé la circunstancia de que dos de los actores se besen, o considerar viaje al acto de que alguien te mande a tomar por culo.

En el deporte, para que sea tal, se ha de dar una competición entre dos contendientes que se mueven por las mismas reglas, mientras que en la caza una de las partes está en clara desventaja, y desconociendo las normas y las consecuencias, intenta sobrevivir a la otra, que desde la planificación, la superioridad técnica y la experiencia, tiene todo a su favor.

Por ridículos o inverosímiles que sean los argumentos manejados por los pistoleros ¿podríamos llegar a considerar algún día la caza como un deporte olímpico federado? Sería una aberración para el deporte en sí y para el espíritu deportivo de la justa lid.

Esta horda de marines frustrados que sistemáticamente destruyen eso a lo que dicen amar, una vez cercados por su propia incongruencia y heridos de realidad recurrirán a la amenaza y al insulto, como veremos enseguida más abajo en los comentarios.

Sin embargo no podrán maquillar las escenas de horror de las que ellos mismos presumen, pues la óptica de las personas empáticas va por el lado del sentido común.
Se vuelve en su contra la imagen con la justifican sus actos en una escena grotesca donde envanecidos exponen a doscientos zorros asesinados, a veinte corzos reventados a tiros y otros documentos gráficos que muestran que para ellos, dejar de morir a los treinta perros de una rehala, es algo normal que no tiene mayor importancia.

Probablemente esta lucha contra la caza la inició una sola persona a la que la mayoría llamó «loca», no obstante ahora somos miles.

De hecho y sin género de duda, ya hay más animalistas y verdaderos amantes de la naturaleza, que cazadores.

Ni un paso atrás.

#NOALACAZA