LA MUERTE DE LA CAZA
Ouka Leele
En su mirada desbordada de sangre, habría atisbos de humanidad.
En su mirada inyectada de muerte, habrían inoculado bondad.
En su mirada sujetada por el deseo ávido de dinero, habrían pagado con caricias.
Y los mansos galgos, los podencos mansos y sus amorosos ojos.
Sus graciosas patas y su fina figura en el engranaje de la barbaridad inculta
de matar por matar en aras de tantas absurdas disculpas,
de regular lo que, en su sabiduría, la naturaleza hace con tanta perfección y sencillez.
Al mirar a sus hijos, niños, habrían descubierto que derramar sangre ni es justo,
ni es bueno.
Que los niños miran a los animales y sienten amor puro.
Reconocen en ellos a sus compañeros, reconocen en ellos la ternura sin final.
Los galgos como sus niños, hijos, se asustan y tiemblan participando en el horror.
Obligados, extorsionados, torturados.
No amados.
Como nuestros hijos, niños, solo quieren ser amados y amar.
Que para eso nacemos todos en esta tierra.
Nacemos niños, sentimos y sabemos y conocemos lo humano.
¿Quién nos despojó del recuerdo, quién nos zambulló en ese olvido
que nos hace capaces de tener un rifle en las manos y dispararlo contra un cuerpo,
que nos hace ver la muerte, propiciarla, impasibles?
Si el dinero es el dueño de la vida, si está por encima de ella,
¿cómo llamarnos humanos sin avergonzarnos?
Si la ignorancia es la madre de la crueldad,
sacudamos las carnes de esta madre tan ciega y espantosa
tan purulenta y vomitiva. Aneguemos su vagina para que sea ya infértil.
Que todos los hijos de los hombres tengan por madre a la sabiduría
que cercena la amnesia que nos ha apartado de reconocernos.
La sabiduría ha dado a luz a toda la naturaleza.
Que la primavera reverdezca en nosotros y nos haga flor.
Que la belleza nos vista de amor.
Entonces habrá humanidad
entonces habrá bondad
entonces habrá caricia.
La ignorancia, postiza nodriza, será despedida para siempre.
Y no habrá más sangre inocente, derramada inútilmente,
brutalmente.
La ignorancia ha muerto, ¡viva la vida!
POESÍA
Ouka Leele
WEB: oukaleele.com
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ILUSTRACIÓN
Louise Charles-Saarikoski Animal Art Studio
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Un fuerte hedor, seguido de un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo, terminó con mi paseo matinal.
Era un día soleado, me había levantado con especial alegría, el verano rebosaba vida y con él, mi pasión por vivir. Múltiples seres compartían mi caminata haciéndola más agradable y placentera. El monte verde embriagaba mis sentidos.
Cerca de mí, olfateaban despreocupados, como si el mañana no existiera, dos entrañables amigos. Yo bípedo, ellos cuadrúpedos, los tres agasajados por un sol que apenas entendemos.
Al poco de cruzar el río, mis compañeros, guiados por ese sexto sentido que tanto deseamos poseer los humanos, y jamás tendremos, temblaban petrificados, con el rabo entre las piernas, me miraban, quizás buscando una explicación que no podía darles, o simplemente para sentirme cerca.
A mi alrededor, las hojas ya no eran tan verdes, el canto de los pájaros sonaba a un triste adagio, a despedida y fin.
Mi dolor se materializó en una cronestesia atemporal convertida en un Upsala eterno.
<< Decenas de cadáveres, algunos apenas sin oportunidad de llegar a ser mujeres ni hombres, colgaban de centenarios y majestuosos árboles, algunos sin ojos, otros sin extremidades, todos me observaban y chillaban.Sentía frío, el sol me había abandonado, haciendo más gélidas las gotas de sangre que recorrían mi cuerpo desnudo. Mientras anudaban la áspera cuerda a mi cuello descubrí que mis mejores amigos estaban siendo atravesados desde el ano hasta la boca, por un afilado hierro, giraban y giraban. Risas y olor a quemado fueron las últimas sensaciones que sentí antes de caer en el letargo del que ya no desea entender, solo morir>>
El hedor me devolvió al presente, un compañero colgado por una soga ensangrentada, me miraba y parecía chillarme.
Aún aturdido, incrédulo. Me acerqué despacio a su cuerpo inerte, cerré sus ojos y su boca cubierta por una capa pardusca de sangre y babas secas.
El sonido de mis uñas rasgando la cuerda que aprisionaba su cuello, ahogaba el viento, que un intento de ayudarme, calmaba el dolor de mis dedos, de mi corazón.
Cinco minutos de nuevo, cinco minutos para acabar lo que otro humano sin empatía ni conciencia comenzó. Viviendo cada instante de su dolor, el miedo al ser elevado, los primeros gemidos de desesperación, como el calor se sube a la cabeza, los oídos dejan de funcionar y parece que van a explotar, las patas se vuelven piedras que cortan los músculos. Todo esto hasta perder el conocimiento ante la falta de oxígeno en los pulmones, terrible agonía el «bailar sobre la cuerda» en un intento desesperado por salir del propio cuerpo, hasta terminar asfixiado.
Al finalizar de cavar, me derrumbé, caí de espaldas sobre el montón de tierra que iba a ser la última morada de mi compañero. La soga rasgada aún se movía, recordándome que en algún otro lugar, no muy lejos de allí, a otro compañero, se le estaría anudando otra cuerda al cuello.
De nuevo llantos, ya no distinguía si provenían de mi cuerpo, de mi mente, o del cadáver que yacía a mi lado. Mis inseparables amigos, que habían vivido todo el proceso con la tristeza y curiosidad que se siente ante la muerte de un igual, arrastraban un saco marrón y sucio. Al abrirlo, varios ojos observándome asustados.
– No tengáis miedo, ya tenéis una familia- les susurré mientras sus pequeñas y gráciles lenguas me daban la bienvenida a su nueva vida.
Relato: Sergio M.
Dibujo: Chema Lera
Hasta el jabalí ha sido domesticado para cotos intensivos, menos en los maizales
Dos tercios largos de la superficie de la provincia son cotos de caza y pesca a falta de otros aprovechamientos agrícolas o ganaderos, donde todo se repuebla, menos los pueblos. En cambio han proliferado las granjas cinegéticas de faisán, conejos, liebres, corzos y, sobre todo, perdices. En total la Junta tiene censadas catorce, aunque el número de criadores más o menos piratas o no declarados puede multiplicarlas varias veces. Practicamente la totalidad de los cotos de caza de la provincia se están repoblando estos meses con especies de recría en un negocio que se inició hace una veintena de años con apenas tres o cuatro granjas en toda España y que ahora aparece estancado después de multiplicarse, porque también el número de cazadores ha tocado luego techo.
Según Secundino Castresana, propietario de una de ellas en Santovenia del Monte, «puede que haya esas catorce granjas agrocinegéticas que dice la junta, pero la mayoría son de faisanes directamente para la cazuela». Los restaurantes, según él, a menudo los encargan «de quinientos en quinientos», pero la cría de la perdir para repoblar desde casa es otra cosa. «Que lo hagamos en serio no creo que seamos más allá de cuatro o cinco en la provincia, porque es una cría muy complicada». A lo grande Según Castresana, que cuenta con una granja de 20.000 perdices en Santovenia del Monte, a la ribera del Curueño, practicamente la totalidad de los cotos de caza de la provincia están siendo repoblados con animales de cría en cautividad.
Eso, que podría parecer nuevo para los profanos, no lo es, en cambio y paradójicamente para los cazadores, que lo saben, pero no por eso renuncian a practicar un deporte que de salvaje que ya sólo tiene lo que figura en los mapas. La explotación de los cotos es tan brutal como los escopetazos. «Sueltan cien perdices en temporada de caza y se les cargan entre dos domingos, así que hay que hay que hacer luego un par de sueltas encubiertas pocos días antes de levantar las escopetas: las perdices se mezclan, y punto».
Noticia completa de EL DIARIO DE LEÓN https://www.diariodeleon.es/nacional/80315/52254/toda-caza-dispara-leon-procede-granjas-agrocinegeticas.html
Los agentes colaboraron también en la evacuación de una mujer de 42 años que falleció mientras realizaba senderismo.
La Guardia Civil rescató ayer por tarde el cadáver de un cazador que falleció a primera hora de la tarde tras sufrir una caída mientras cazaba con su hijo en la parte superior del Alto de Bedón, en Espinosa de los Monteros.
El suceso se produjo antes de las 16.30 horas del sábado, cuando el centro de operaciones del 1-1-2 recibía una llamada en la que se alertaba de la caída de una persona que estaba cazando con su hijo en la comarca de las Merindades. Como consecuencia de la caída, este cazador. A.L.L., de 48 años, había quedado inconsciente.
El 1-1-2 movilizó a la Guardia Civil, así como medios sanitarios para desplazarse a la zona, así como a Bomberos de Espinosa de los Monteros. El principal problema con el que se encontraron los agentes de la Guardia Civil que se desplazaron a la zona fue había falta de conexión telefónica, así como un terreno muy escarpado, lo que hacía muy complicado llegar hasta el cazador accidentado.
A pesar de las condiciones tan peligrosas del terreno en el que se movían, los agentes de la Guardia Civil consiguieron llegar, junto con los servicios sanitarios, al lugar en el que estaba el cazador accidentado. Ya en el lugar, los servicios sanitarios solo pudieron confirmar el fallecimiento de esta persona. El médico confirmó el fallecimiento del cazador, que presentaba un traumatismo craneoencefálico producido por la fuerte caída.
Desde ese momento, agentes de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Comandancia de Burgos se hicieron cargo de la investigación, con la inspección técnica ocular y las diligencias pertinentes.
No obstante, debido a las dificultades del terreno en el que estaba el cadáver del cazador, se activó ayer por la tarde al equipo de especialistas en rescates de montaña de la Guardia Civil (Greim), con sede en Ezcaray (La Rioja). Un trabajo de recuperación y de rescate que se prolongó hasta las 22.15 horas, cuando los agentes especializados del Greim consiguieron terminar el traslado del cazador fallecido a una zona segura, donde fue recogido por personal funerario para su traslado al Instituto de Medicina Legal de Burgos, donde se le realizará la autopsia.
NOTICIA > https://www.elcorreodeburgos.com/burgos/provincia/241229/232755/guardia-civil-rescata-cuerpo-cazador-fallecido-burgos.html